Reforma fiscal del Gobierno: ni suficiente, ni justa ni equilibrada.
Propuesta con tintes electoralistas que consolida los problemas y sigue beneficiando a los que más tienen.
La reforma fiscal aprobada por el Gobierno en Consejo de
Ministros no es la que necesita este país. Tiene un claro tinte electoralista,
por lo que lanza un mensaje de rebaja de impuestos, pero no aborda un cambio de
fondo del sistema tributario sino que consolida muchos de sus problemas, como la
diferencia de trato entre las rentas del trabajo y del capital, y beneficia a
los que más tienen. La Unión General de Trabajadores reclama la apertura de un
proceso de diálogo social sobre esta reforma. Nuestro país necesita un sistema
que garantice más recaudación de forma estable para atender los compromisos
sociales y financieros que requiere una economía avanzada; un sistema más justo,
que aumente las aportaciones del capital y de quienes poseen más riqueza y
reduzca la de aquellos que menos ingresos tienen; y atacar con decisión el
fraude y la elusión, que están minando la recaudación y la justicia de los
impuestos.
La reforma fiscal integral que ha aprobado el Consejo de
Ministros sigue la filosofía de la planteada en el Informe de los Expertos que
el propio gobierno encargó, como era de esperar, así como la derivada de las
recomendaciones de la Comisión Europea y demás organismos internacionales
responsables de la actual política de austeridad que han agravado la crisis y
sus consecuencias para las personas. Sin embargo, contiene muchos menos cambios
de los propuestos por la Comisión y dichas instituciones internacionales. Y esto
es así no porque el gobierno no comparta la mayoría de ellas ni los objetivos de
las mismas, sino porque ha preferido priorizar sus intereses electorales en las
citas municipales y autonómicas de 2015 y generales de 2016.
El ejecutivo, amparado en el impacto positivo que, según sus
estimaciones, tendrán los ingresos en los próximos años como consecuencia del
repunte de la actividad (un escenario que resulta cuanto menos dudoso y que no
está exento de importantes riesgos), ha decidido priorizar en esta reforma las
medidas de rebaja en los impuestos directos (IRPF e Impuesto sobre Sociedades),
para trasladar a la ciudadanía el mensaje de bajada de impuestos que considera
le reportará más réditos electorales.
De nuevo, como en la etapa expansiva anterior, este gobierno
pone los intereses del país al servicio de los suyos particulares. La política
tributaria vuelve a utilizarse como arma electoral, y no como instrumento para
mejorar las capacidades de desarrollo del país y de reducción de desigualdades.
Una estrategia nefasta, que ha sido la que provocó la debacle de nuestros
ingresos cuando la crisis se hizo patente con todas sus consecuencias y, por
tanto, responsable en gran medida de nuestro agujero fiscal. Está por ver la
reacción de la Comisión Europea ante esta reforma, que pone en serias dudas el
cumplimiento de los actuales objetivos de déficit. Salvo que el gobierno esté
barajando la aplicación de nuevos y elevados recortes, inasumibles socialmente.
Por supuesto, esta reforma no recoge las reivindicaciones
que la Unión General de Trabajadores planteó al gobierno en la reunión celebrada
el pasado martes 17 con el Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas. El
ejecutivo ha elaborado su propuesta de reforma fiscal sin contar con los
interlocutores sociales (al menos no con este sindicato). Es imprescindible que
los interlocutores sociales participen activamente en el diseño de los cambios
fiscales que se piensan aplicar, en coherencia con el compromiso adquirido
personalmente por el Presidente del Gobierno el 18 de marzo de este año, y que
se recoge en el comunicado conjunto que, tras la reunión, emitieron el
Ministerio de Empleo y Seguridad Social, en representación del Gobierno, las
organizaciones empresariales CEOE y CEPYME, y los sindicatos UGT y CCOO.
En el mismo se recoge expresamente que “El gobierno se ha
comprometido a promover el diálogo con los agentes sociales en materia de
reforma fiscal”. Sin embargo, ese supuesto diálogo se ha concretado en esta
única reunión de carácter informativo, en la que el gobierno no entregó ningún
documento, y a tan solo tres días de que el texto fuera aprobado por el Consejo
de Ministros. Esperamos que a partir de ahora el Gobierno abra un verdadero
proceso de diálogo sobre esta materia, que para UGT es crucial.
Con relación a las líneas maestras de la reforma propuesta
por el gobierno, equivocan prioridades y tergiversan deliberadamente mensajes.
La reforma planteada no solo no aumentará la capacidad recaudatoria de nuestro
sistema impositivo, sino que probablemente la reducirá. Nuestro país recauda 7,9
puntos de PIB menos que la media de la zona euro (32,5% frente a 40,4%, con
datos de 2012 que Eurostat acaba de publicar hace unos días), y es el quinto
país por la cola de toda la UE en recaudación relativa. Eso impide llevar a cabo
las políticas económicas y sociales necesarias para dotar a España de un modelo
de crecimiento equilibrado y sostenible y un estado de bienestar amplio y
sólido. España no necesitaba una reforma para “pagar menos”, sino para “pagar
más en término agregados y de forma más justa en términos individuales”.
Resulta sintomático que a la vez que el gobierno consolida
la fragilidad recaudatoria de nuestro sistema, proceda a vender el 49% de una
empresa pública estratégica como AENA. Ello demuestra que esta reforma, como
todas las que ha venido llevando a cabo en otros ámbitos desde que accedió al
poder, obedece a una voluntad de transformar nuestro modelo socioeconómico para
ceñirlo al ideario neoliberal y conservador que defiende, y que pasa por lograr
un menor tamaño del Estado y menos intervención pública, derivando rentas del
sector público al privado a costa de empeorar los servicios esenciales para la
ciudadanía y la capacidad de corregir las disfunciones que genera una actuación
desregulada de los mercados.
La reforma muestra una clara tendencia a disminuir los
impuestos directos, que son capaces de tener en cuenta la capacidad de pago de
los contribuyentes, y aumentar los indirectos y las tasas, que perjudican en
mayor medida a quienes poseen menos capacidad económica, conformando un modelo
más regresivo e injusto. Con la excusa de potenciar la neutralidad de los
impuestos y aumentar la competitividad, el gobierno sacrifica otros objetivos de
mayor rango, como la suficiencia o la equidad. En este sentido, la rebaja del
IRPF beneficiará más a aquellos que más capacidad de pago
tienen.
Aunque es preciso hacer un análisis detallado del contenido
de la reforma para valorar de forma específica sus cambios, sí cabe hacer alguna
consideración sobre alguna de sus medidas concretas:
IRPF:
La reducción de los tipos en todos los tramos no es una
medida adecuada, máxime en una situación como la actual de España, en la que
necesita recursos para atender sus compromisos financieros y presupuestarios. Es
una actuación negativa por una doble razón: porque va a reducir la recaudación y
porque va a favorecer mucho más los que más renta ganan y tributan a los tipos
superiores de la tarifa. En suma, va a reducir la progresividad del impuesto y a
aumentar la injusticia de sus resultados.
La reforma propuesta mantiene el diferente tratamiento
existente desde 1997 para las rentas del trabajo y del capital, tributando las
primeras en una tarifa progresiva y las segundas a un tipo único (aunque se
aumentó a tres tipos en 2012), cercano al mínimo de la tarifa general. Un
régimen muy favorable para los rendimientos del capital, que rompe la equidad el
impuesto y supone otra de las principales fuentes de injusticia del mismo. Por
eso el IRPF es esencialmente un impuesto sobre las nóminas (las rentas del
trabajo suponen más del 80% de la base del impuesto). Para UGT la reforma merece
una valoración muy negativa, puesto que consolida esta injusta
situación.
Impuesto sobre Sociedades:
La reducción del tipo general de gravamen del Impuesto del
30 al 25 por 100 en dos etapas nos parece una medida inadecuada en estos
momentos, en los que se precisa consolidar un sistema potente en términos
recaudatorios. Hay que tener en cuenta que esta reducción beneficia sobre todo a
las grandes empresas, que son las únicas que en la actualidad están obligadas a
tributar por ese tipo general (el 84% de los declarantes del impuesto se acogen
al régimen de empresas de reducida dimensión, que fija un tipo del 25% para los
primeros 300.000 euros de base imponible).
Por el contrario, y en términos generales, estamos de
acuerdo con las medidas dirigidas a aumentar la base del impuesto, de forma que
sea lo más parecida posible a los beneficios reales de las empresas, así como a
limitar las deducciones. Aunque consideramos que podría haber ido más lejos en
esa poda de reducciones fiscales.
Está por ver cuál será el impacto final sobre la recaudación
del juego conjunto de ambos movimientos (bajada del tipo máximo y eliminación de
reducciones). Pero en todo caso, hasta comprobar la efectividad de las medida
adoptadas, sería necesario establecer una “imposición mínima” que garantice un
nivel de ingresos públicos cierto como una contribución mínima en función de los
beneficios anuales.
IVA:
En el anteproyecto, el gobierno no ha incluido una subida
del tipo general del IVA, ni el paso del tipo reducido al normal de muchos
productos, como se había planteado. Esta es una buena noticia, porque los
bolsillos de las familias están ya muy castigados y sería dañino para el aún
renqueante consumo. Sí ha realizado este paso del tipo reducido al general de
determinados servicios sanitarios, como obligaba una Sentencia europea. Pero las
continuas presiones por parte de diversos organismos internacionales y
nacionales (Comisión, FMI, Banco de España), la merma de ingresos que supondrá
la reforma conocida hoy, y las persistente exigencias desde Europa para que el
ajuste continúe, llevan a pensar que tarde o temprano el gobierno del PP volverá
a subir el tipo general del IVA y pasará más bienes y servicios del ámbito del
tipo reducido al normal. Eso mismo hizo en 2011 cuando negó reiteradamente que
fuera a subir el IVA, para romper su palabra sin miramientos tras acceder al
gobierno.
En definitiva, UGT no comparte esta reforma fiscal, porque
enquista la insuficiencia recaudatoria, mantiene los problemas de falta de
equidad y reduce la progresividad y justicia del sistema.
La Unión General de Trabajadores apuesta por otra reforma
tributaria, de mayor calado, basada en tres ideas clave:
La garantía de suficiencia de recursos para atender las
necesidades sociales y las políticas de gasto público.
Un reparto más justo de la carga tributaria entre capital y
trabajo.
Una lucha decidida contra el fraude.
Y para ello hemos propuesto cambios en la mayoría de la
estructura impositiva, con medidas como:
Dotar a la Agencia Tributaria de los medios humanos,
materiales y técnicos necesarios para luchar con mayor efectividad contra el
fraude, y agravar el régimen sancionador
En el IRPF, eliminar la doble base (capital-trabajo),
eliminar la estimación objetiva y eliminar progresivamente la mayoría de
reducciones y deducciones fiscales
Establecer una imposición real sobre la riqueza, con
carácter general, que integre todo el patrimonio de los contribuyentes, incluida
la vivienda habitual.
En el Impuesto de Sociedades, limitar al máximo las
exenciones, deducciones y bonificaciones, garantizar un tipo efectivo mínimo y
modificar el régimen fiscal actual de las SICAV
En el IVA, establecer un tipo impositivo ampliado para los
bienes de lujo, recuperar el tipo reducido para la cultura y los productos
higiénicos de primera necesidad, pasar al tipo superreducido los alimentos que
actualmente están en el reducido y eliminar la exención de sanidad y educación
privadas
Diseñar una fiscalidad ambiental que nos equipare a Europa,
en su vertiente de protección medioambiental como en su capacidad recaudatoria,
con criterios de cohesión social y territorial
Aplicar la potencialidad recaudatoria del IBI, eliminando
las exenciones y penalizando los inmuebles vacíos, con reducciones en la cuota
en atención a la capacidad económica del contribuyente
Gravar de forma homogénea las sucesiones y donaciones en
todo el territorio nacional
Establecer un impuesto sobre transacciones
financieras
Garantizar una homogeneidad fiscal entre las Comunidades
Autónomas
Impulsar la armonización fiscal en la Unión Europea,
eliminando los paraísos fiscales
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